domingo, 29 de abril de 2012

El adiós de Guardiola alivia a la Central Lechera

Antes de agradecer a Pep Guardiola los cuatro años de fútbol maravilloso que nos ha regalado, me gustaría hacer unos breves apuntes sobre el Barcelona-Chelsea. Sólo pude ver la segunda parte, y lo que vi no me convenció. Demasiadas prisas, demasiados nervios, demasiada ansiedad por marcar y dejar resuelta la eliminatoria cuanto antes

Esa actitud no suele resultar frente a planteamientos ultradefensivos como el del Chelsea o el del Inter hace dos temporadas. El balón acabó estrellándose repetidas veces en la muralla levantada por el equipo visitante y no se crearon tantas ocasiones de gol como parece. Hubo muchas más, y muy claras, en la ida en Stamford Bridge, cuando el Barça sí jugó un magnífico partido en el que perdonó más de la cuenta y pagó carísimos sus errores. El precio que se suele abonar frente a los rivales tan diestros en colgarse de su propio larguero. 

No pretendo afirmar que el Chelsea merezca jugar la final -es prácticamente imposible que salga de mi boca un elogio hacia un equipo tan mezquino-. Lo que quiero decir es que el Barça debió ser menos previsible en la vuelta e intentar clasificarse jugando como lo había hecho en Londres. Estoy convencido de que los balones que no acabaron en la red de Cech entonces sí habrían entrado en las porterías del Camp Nou. 



En fin, ya es tarde para hablar de soluciones. Lo que toca ahora es elogiar a Pep por todos estos años. Dudo que vuelva a ver otro Barça como el de Guardiola, un conjunto a la altura de los más grandes de la historia. Fútbol prodigioso y victorias, todo lo que necesita un equipo que merezca ser recordado por los siglos de los siglos.

Desconozco si cuando el Madrid de Di Stéfano, el Brasil de Pelé, el Ajax de Cruyff o el Milan de Sacchi dominaban el panorama internacional existieron periodistas -esta última palabra es un decir- obsesionados por desprestigiar a los equipos que se ganaron el respeto y la admiración de todo el mundo con lo que demostraban cada vez que pisaban el terreno de juego. Hoy, ese periodismo-basura es el día a día en la prensa deportiva, y sus representantes están tremendamente felices con el adiós de Guardiola al Barcelona. Más que felicidad, lo que están experimentando es un enorme alivio por lo que supone la marcha del de Santpedor: un futuro incierto para el Barça y un camino más sencillo para el éxito de los mediocres

Sí, los Veletas, Ronceros y sucesores de Indalecio respiran tranquilos con Guardiola lejos del banquillo enemigo -quien disponga de tiempo suficiente para perderlo, que lea las sandeces que nos cuentan en sus últimas intervenciones-. También ha alcanzado la paz Julián Ruiz, que de tanto repetir que el Barça de Guardiola va a perder, pues va a resultar que perdió (varios años después, claro). Qué hábil es el periodista y productor musical. Todos los imperios mueren, Julián. Los que siempre perviven son los ineptos.





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